Entre las muchas iniciativas destinadas a conservar y mejorar el medio ambiente, el sector de la arquitectura ocupa un lugar especial y es muy activo. Ese no siempre ha sido el caso. De hecho, la construcción de edificios, viviendas y otras infraestructuras ha generado un importante impacto ambiental, que en muchos casos aún se mantiene. Para avanzar en una línea diametralmente opuesta, han surgido numerosas iniciativas tanto del ámbito público como privado, ya sea con la apuesta por los nuevos materiales para la edificación o la innovación en los procesos constructivos.
Una de estas interesantes iniciativas la encontramos en Baleares. En el municipio de Sant Ferran, situado en la isla de Formentera, se han construido catorce casas en las que sus creadores han combinado el uso de nuevos materiales con el redescubrimiento de técnicas constructivas tradicionales. El resultado son hermosas casas que han podido reducir los desechos y las emisiones de la construcción. El secreto: el uso de algas como sistema de aislamiento. El proyecto fue diseñado por un equipo formado por Carles Oliver, Antonio Martín, Joaquín Moyá, Alfonso Reina y Maria Antònia Garcías, y resultó ganador nacional del Premios Soluciones Verdes 2017 en la categoría Low Carbon.
Este proyecto es parte de otro llamado Vida reutilizando la posidonia. Uno de sus principales objetivos es demostrar la viabilidad de construir un edificio residencial plurifamiliar capaz de reducir la huella ecológica asociada. Así, con este modelo queríamos reducir un 50% las emisiones de CO2 durante la construcción, reducir un 50% la producción de residuos, un 75% el consumo de energía para calefacción y refrigeración del hogar y un 60% el consumo de agua. Sólo algunos objetivos muy ambiciosos. También participa El Instituto de Vivienda Social de las Illes Balears (IBAVI)en colaboración con la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y la Dirección General de Medio Natural, Educación Ambiental y Cambio Climático.
La construcción de estas primeras catorce viviendas fue el proyecto piloto de un plan que se prevé vaya mucho más allá. Al parecer, este primer paso fue un éxito. En su desarrollo, se prestó gran atención al ciclo de vida de todos los componentes utilizados, que dio como resultado un conjunto de viviendas formado por dos bloques separados. Uno de los bloques tiene seis apartamentos, mientras que el otro tiene ocho.
Cada uno de ellos también tiene acceso a la calle y un espacio privado aireado. Además de favorecer la ventilación y la salud, todas las viviendas cuentan con una doble fachada que permite la ventilación cruzada de los interiores.
A lo largo del proceso se aplicaron varias soluciones tecnológicas muy innovadoras para llevar a cabo el proyecto, con la mirada puesta en la consecución de los objetivos marcados. Sin embargo, una de las más interesantes y que parece más prometedora es la reutilización de posidonia oceánica, una planta muy común en el Mediterráneo. Para poder utilizarlo como aislante térmico del techo ha sido necesario realizar un proceso de secado natural.
“Proponemos un cambio de paradigma: en lugar de invertir en una planta química ubicada a 1.500 km de distancia, invertimos el mismo presupuesto en mano de obra local no calificada, que debe extender pasto Neptun para que se seque al sol y compactarlo en tarimas, logrando 15 centímetros de techo aislamiento. Además, resulta que la sal marina actúa como un biocida natural y es completamente orgánica”, afirma IBAVI.
Este proyecto está financiado por la Unión Europea, de la que recibió una subvención por valor de 754.012 euros. Como apuntan sus impulsores, pretende ser un modelo de construcción eficiente para alcanzar los objetivos de la Europa 20/20/20 estrategia. Esto junto con otras medidas, las administraciones públicas se comprometieron a avanzar en la línea de que todos sus edificios sean de consumo casi nulo. Sin duda, un proyecto interesante que puede ayudar a superar los importantes retos ecológicos a los que nos enfrentamos.